Obituario

Luis Abdón Ferrer Vergara
Falleció el pasado dia 3 de marzo, a los ochenta y cuatro años, sólo catorce días después de perder a su esposa, Pilar. No resistió sobrevivirla. Ambos eran uno solo.
Hemos perdido a un gran radiólogo y una excepcional persona, que ha marcado positivamente la vida de los que le conocimos. Hombre muy inteligente y trabajador, poseía un gran don de gentes y, como pude corroborar en mis propias hijas, era capaz de hacerse querer ya desde los primeros cinco minutos de conocerlo.
Captaba enseguida las buenas cualidades de aquellos que le rodeaban y era incapaz de ver ningún lado malo en nadie. En más de veinticinco años a su lado como aprendiz, jamás le oí expresar una mala opinión o una crítica de nadie. Jamás.
Perteneció durante muchos años a la Junta Directiva de la Sociedad Española de Radiología y recibió la Medalla de Oro del XIII Congreso Internacional de Radiología, del que fue Tesorero General.
La Sociedad Española de Imagen Mamaria le nombro Miembro de Honor y formo parte de la Directiva de la Fundación XIII Congreso que tantas becas ha proporcionado a Residentes en formación.
Se hizo cargo del Departamento de Diagnóstico por Imagen de la Maternidad del Hospital Provincial de Madrid, luego Gregorio Marañon, al dejarla Ángel Minaya, del que era gran amigo y con el que empezó profesionalmente.
Siendo especialmente creativo, era partidario de la teoría de que, si necesitas algo y no lo encuentras, debes hacerlo tú mismo. Recuerdo que, ideando piezas, mecanizaba rápidamente y a su costa, los inventos que se le ocurrían, para ver si mejoraban alguna faceta del trabajo. Al Departamento de Maternidad traía tanto pistolillas de aspiración de acción manual para acoplar a las cánulas de Thurmond si en la sala no había buen vacío, como planchas de metacrilato y plástico incrustadas de perdigones o láminas de plomo salpicadas de agujeros para hacer el Torpin-Thoms de la radiopelvimetría.
Cuando no se encontraba el material ya industrializado, lo diseñaba y hacia fabricar ex profeso, ya fuesen inyectores motorizados readaptados para histerosalpingografía, o galactografía, o dilatadores de varios calibres que le hacía un amigo platero para hacer galactografías y sialografías. Llegamos a tener en la Maternidad una variada colección de artefactos experimentales ya en desuso, producto de su inventiva y otros que se incorporaron al trabajo en su momento.
Una importante faceta de su vida era su amor por las artes plásticas y destacaba por su buen gusto; reunió cuadros y tallas de autores hoy conocidos, a los que descubría antes que nadie. Algunos fueron grandes amigos suyos.
Poseía una rara cualidad, una serenidad de espíritu, que le permitía enfrentar los éxitos con humildad y los fracasos con paciencia constructiva. Siempre extraía alguna enseñanza útil cuando algo salía mal, que nos permitía aprender algo y mejorar el trabajo.
Fue uno de los pioneros de la mamografía en Madrid cuando aún se hacia con películas sin pantalla, en los tiempos de la xeromamografía y también un pertinaz perseguidor de la “técnica perfecta” y eso, trabajando en imagen diagnóstica de mama en los años sesenta y setenta, era una gran diferencia y aún sigue siéndolo. Y todo supo enseñarlo, por lo que siempre le estaremos agradecidos los que tuvimos la suerte de disfrutarlo.
Colaboración de José María Pérez Aznar