IN MEMORIAM | Dr. Fernando Solsona
Doctor con premio extraordinario por la Universidad de Zaragoza (1966), fue pensionado por el Gobierno de Italia en la Universidad de Roma (1960-1961) y por el Ministerio Español de Educación y Ciencia en la Universidad de Aix-Marsella (1963-1964).
Número uno en las primeras oposiciones nacionales a radioelectrólogos de la Seguridad Social (1966), obtuvo también el número uno en las oposiciones a cátedras de Radiología y Terapéutica Física (1968), siendo catedrático de Valladolid hasta 1973, fecha en que pasó a desempeñar el puesto de director del Departamento de Radioelectrología y Medicina Nuclear del Hospital Universitario Miguel Servet, en donde se jubiló en junio de 2005.
Con un extraordinario currículum que resulta inabarcable, hay que agradecerle que a poco de cumplir los treinta años, ya catedrático de Radiología y Terapéutica Física, renunciase a altísimos puestos en la vida universitaria y hospitalaria española, y viniera a Zaragoza, cambiando muy halagüeñas perspectivas profesionales, pensando que vivir en la ciudad que le vio nacer y trabajar por esa vieja y querida tierra era una de las pocas cosas trascendentales que cabe hacer en este mundo.
Decisión que nos permitió disfrutar de su buen hacer durante más de 30 años al frente del “decisivo” (como a él le gustaba llamarlo) Departamento de Radiología del Servet, durante los cuales el nivel de la radiología aragonesa alcanzó las más altas cotas en el panorama nacional y europeo.
Introductor en nuestro país de técnicas como la ecografía o la xerografía mamaria, impulsor del diagnóstico precoz del cáncer de mama, del que se beneficiaron miles de mujeres de nuestra comunidad, creó escuela entre sus discípulos, a los que supo transmitirles su inagotable capacidad de trabajo, voluntad, disciplina y pasión por el enfermo (al que trataba, según sus palabras, “cual caballero de la tabla redonda”), así como inculcarles dos virtudes típicamente aragonesas: la rasmia, sinónimo de nervio, empuje y el no reblar ante la adversidad (su máxima: “dureza berroqueña ante la adversidad”). Más de centenar y medio de discípulos suyos ocupan puestos hospitalarios de notoria importancia.
Hombre de gran empuje y carácter, exigente consigo mismo y por lo tanto también con los que le rodeaban, como contrapartida siempre dispuesto a ayudar y defender a los suyos, generoso con todos, sobre todo con sus pacientes, de cultura enciclopédica, fue no solo el alma del Departamento de Radiología sino de toda la “Casa Grande”, como se conoce en nuestra ciudad al Hospital Miguel Servet.
Fue el que junto a otros visionarios como los profesores Oliva, catedrático de radiología de la universidad de Génova, y el holandés Puylaert, catedrático en Leyden, introdujo el término “Diagnóstico por Imagen, ya en 1975, previendo cual iba a ser el desarrollo de la especialidad de radiología en los años venideros.
Brillante en sus estudios, radiante en sus conferencias, cursos y publicaciones, sabio acompañante de médicos noveles, magnífico embajador zaragozano en naciones y mundos diferentes, premiado por doquier, el mérito de Fernando Solsona fue haberse dedicado al hombre. Médico de profesión ha tenido la gloria de vivir cerca del hombre.
A su tarea científica hay que añadir su incansable labor de promoción de la cultura, su vertiente humanística, que ha abarcado los más variados ámbitos, sobre todo los relacionados con Zaragoza, su tierra y sus gentes. Presidente del Ateneo de Zaragoza desde 1980, es autor de más de tres centenares de trabajos al margen de su profesión médica, contribuyendo en todo aquello que se le solicitaba desde la Institución Fernando el Católico o desde el Instituto Miguel Servet. Su norte ha sido siempre ayudar a situar a Zaragoza y Aragón como rectores de la vida española en la ciencia y en la cultura.
Presidente de Honor de la Real Academia de Medicina de Zaragoza, fue también académico de número de las Reales de Bellas Artes de San Luis y de Ciencias de Zaragoza, así como Colegiado de Honor del Ilustre Colegio de Médicos de esta ciudad. En 1994 se le otorgó la Medalla de las Cortes de Aragón, y en 1996 el Ayuntamiento de Zaragoza rotuló con su nombre una calle de la ciudad.
Aragonés por los cuatro costados, enamorado parroquiano de San Pablo, amó a la bimilenaria ciudad (como a él le gustaba llamarla) y al viejo Reyno lo mismo que a su parroquia. Con su recorrido profesional e intelectual, Fernando Solsona, que siempre y en todo lugar ejerció de aragonés, ha contribuido a que todos nos sintamos orgullosos de vivir y trabajar en esta tierra.
El Profesor Solsona ha sido maestro, educador y además amigo. Supo en todo momento buscar la sabiduría, encontrarla para darle el uso apropiado, y esta búsqueda de la sabiduría la realizó con ilusión y con la esperanza de transmitirla a generaciones posteriores, utilizando para ello las alas de la mente y la alegría de su corazón.
En síntesis una vida dedicada a la familia, al ejercicio profesional, al estudio y a la investigación, al impulso, con su ciencia y su presencia de la vida cultural de Aragón.
El pilar más importante del Profesor, en el que siempre se ha apoyado estaba constituido por su familia: Mª Pilar, su esposa, sus hijos: Pilar, Carmen, Isabel, Fernando, Luis Jorge, sus nietos, sus hermanos, a los que dedicaba su cariño y los pocos ratos libres que su tenacidad, como prototipo aragonés por la ilustración, le permitían; a todos ellos enviamos en estos momentos nuestras condolencias y mayor afecto.
Estimado Profesor, como tantas veces le hemos oído: Que Santa María del Pilar le acompañe en esta nueva andadura y Dios a todos.
Luis. H. Ros Mendoza
Servicio de Radiodiagnóstico
Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza