Remarcable trabajo, más por lo infrecuente del tema que por los resultados que presentan. Se trata de un trabajo retrospectivo, unicéntrico, revisando durante 17 años (años 2004 a 2017) las biopsias de lesiones óseas con aguja gruesa guiadas por TC-fluoroscopia, buscando conocer el rendimiento diagnóstico de dicha técnica, y diferenciando las lesiones entre aquellas visualizables por TC y las que son ocultas a dicha técnica (diagnosticadas bien por RM o bien por PET/TC, empleando para la biopsia referencias anatómicas). Como exponen los autores, lo más interesante del trabajo es que apenas existen publicaciones (ellos únicamente refieren haber encontrado un trabajo) que evalúen los resultados en las biopsias de lesiones ocultas, además del evidente mérito que tiene realizar un estudio (aunque sea retrospectivamente) de más de 1000 pacientes (se incluyeron en total 1044).

La mayor parte del trabajo se desarrolla exponiendo la metodología empleada y los resultados obtenidos, tan en detalle que puede resultar farragoso. Pese a que en gran medida son previsibles, son datos descriptivos que muchos lectores encontrarán de utilidad (lesiones más frecuentes, clasificadas incluso por huesos más frecuentemente afectados; spoiler alert: fémur e ilíaco son, lógicamente, los que se llevan la palma). Ello hace que la discusión flojee un poco, algo esperable al tener únicamente otro trabajo como referencia en lo más novedoso (el rendimiento diagnóstico de la BAG guiada por TC en lesiones ocultas). El tuétano del estudio podría resumirse en que, mientras que en las lesiones visibles la BAG es una técnica con grandes resultados, en las lesiones no visibles su rendimiento diagnóstico disminuye significativamente. Resulta llamativa la discrepancia con el otro trabajo publicado al que los autores hacen referencia (Hillen et al, AJR 2017;209:214-221) pasando de valores del 90% de rendimiento diagnóstico a los 37,1% del presente estudio, algo que es achacado a la diferente metodología (puesto que el trabajo referenciado da como válidas histologías que ellos considerarían no diagnósticas), al igual que la ausencia de verificación de normalidad en el brazo corto del estudio (lesiones ocultas).

Los autores obtienen grandes resultados en la BAG de lesiones visibles y peores en las lesiones ocultas, siendo llamativa (aunque esperable) la mayor frecuencia de lesiones malignas en las visibles que en las ocultas. Los principales diagnósticos en las lesiones malignas son, en ambos casos, metástasis, seguidas de leucemia/linfoma, y mieloma (si bien los sarcomas en las visibles igualan a estas últimas en frecuencia en la BAG y las superan en el diagnóstico final tras el seguimiento a largo plazo que se hizo de los pacientes). De igual modo, es más frecuente que los pacientes con lesiones ocultas tengan malignidad conocida (puesto que se realizan con más frecuencia técnicas complementarias, especialmente PET/TC). Por último, regalan dos recomendaciones: realizar secuencias en y fuera de fase para la valoración de contenido graso en la médula ósea (evitando BAG innecesarias), y realizar nuevas biopsias o seguimientos estrechos en aquellos pacientes con malignidad conocida y lesión oculta con BAG negativa, dado que con mayor frecuencia presentan finalmente lesión maligna en el seguimiento.

PUNTOS DÉBILES:

• El diseño del trabajo, que dada su naturaleza presenta dos ramas asimétricas con solo 70 pacientes con lesiones ocultas frente a 963 pacientes biopsiados con lesiones visibles.
• La escasa posibilidad de comparar resultados en la literatura publicada, y que hace que la discusión quede como una sección relativamente floja.

PUNTOS FUERTES:

• La novedad al presentar datos de utilidad diagnóstica de la BAG en lesiones no visualizables mediante TC, algo muy poco estudiado en la literatura.
• La exhaustiva descripción de los hallazgos obtenidos por frecuencia.

Dr. David Macía

Editor de la sección de Músculo-Esquelético