Espacio editorial virtual
- Inicio
- Espacio editorial virtual
Áreas de conocimiento
Avances tecnológicos en radiología: El papel humano sigue siendo esencial
En 2024, la radiología ha avanzando con innovaciones que continúan transformando nuestra práctica, y sinceramente, cada vez parece que mejora de manera más acelerada. La inteligencia artificial (IA) está permitiendo diagnósticos más rápidos y precisos, ayudando a su vez en el tratamiento y seguimiento de enfermedades. Igualmente, la radiología de precisión —a través de tecnologías como la resonancia magnética funcional y la espectroscopía— está permitiendo un tratamiento más personalizado, especialmente en áreas como el cáncer y los trastornos neurológicos.
Los equipos de imagen también han mejorado notablemente, reduciendo la radiación sin sacrificar calidad.
No obstante, a pesar de todos estos avances tecnológicos, el papel humano sigue siendo fundamental.
La combinación de nuestra experiencia y la tecnología facilita alcanzar diagnósticos más rápidos y eficientes. La empatía, la comunicación y la capacidad de entender al paciente van más allá de lo que cualquier máquina puede ofrecer. Aunque la IA y las nuevas herramientas de imagen son impresionantes y extremadamente útiles, el radiólogo sigue siendo quién debe interpretar la imagen en su contexto clínico, comprender las necesidades del paciente y comunicarle con cercanía los resultados. En muchos casos, un diagnóstico implica mucho más que solo leer una imagen: se trata de explicar, tranquilizar, y a veces, tomar decisiones en conjunto con otros especialistas o con los propios pacientes. Esto es una de las principales características que por ahora nos diferencia, y que debemos de potenciar más aún si cabe.
La tecnología puede procesar datos y realizar tareas complejas, pero la relación humana es lo que permite que esos datos se traduzcan en un plan de tratamiento que realmente impacte la vida de una persona.
El trabajo en equipo entre radiólogos, médicos, pacientes y familias es por ahora irremplazable y tiene un valor que va mucho más allá de los algoritmos y las imágenes de alta resolución y que no debemos de perder ni de dejar a un lado.
La interacción directa con el paciente y/o con el compañero de nuestra o de otra especialidad sigue siendo crucial para ofrecer una atención integral, sensible y de calidad.
Es vital que fomentemos ese contacto cercano, que es lo que marca la diferencia en la atención.
Quiero aprovechar este espacio para agradecer profundamente al Dr. Emilio Inarejos, quien ha sido un gran apoyo en los últimos dos años. Su confianza, dedicación y espíritu de colaboración han sido esenciales para el desarrollo del Espacio Editorial Virtual. Le deseo mucho éxito en sus nuevos proyectos. Seguro que continuará marcando la diferencia en su camino.
Al mismo tiempo, es un honor darle la bienvenida a Cristina García Villar, quien asumirá el cargo de vocal de publicaciones. Cristina tiene una gran experiencia y estoy segura de que continuará con el excelente trabajo que Emilio ha dejado. Le deseo mucho éxito en su nueva etapa.
Por último despedirnos también del Dr. Vivancos, editor saliente de la sección de abdomen (SEDIA) para dar la bienvenida a Dr. Manuel Salomón de la Vega, que seguro que contribuirá a enriquecer el contenido del Espacio Editorial Virtual.
Les deseo a todos un próspero 2025, con avances para la radiología y lleno de colaboración entre compañeros que valoran la comunicación con los pacientes.
Antes de despedirme hasta el próximo trimestre, quería recomendar la carta de reflexión del Dr. José Mª García Santos, Jefe de Servicio de Radiología del Hospital Universitario Morales Meseguer (Murcia), titulada: Vocación y profesión en la radiología: procesos vitales.
Vocación y profesión en la radiología: procesos vitales
Nuestra vida transcurre rápido, aunque eso parece ser mucho más evidente con el paso de los años. No es raro, es simplemente que uno, en algún momento de su vida, empieza a ser consciente de que, sin remedio, queda menos tiempo hacia delante del que ya pasó,
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio
Llegados a ese punto, no me parece tampoco raro hacer balances, y que se piense sobre lo que la vida ha sido hasta ese momento, y cómo se utilizó. Ese uso de la vida tiene una relación muy clara con la profesión, porque es a ella a la que realmente dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo. Creo que eso es especialmente verdad en la Medicina, a la que he leído definir como una profesión colonizadora. Y estoy de acuerdo con eso. De algún modo u otro, mucho de nuestro tiempo se va en ella, y muchos de nosotros hemos dedicado mucho tiempo fuera de los horarios laborales a asuntos que tienen que ver con ella. Como este espacio en el que ahora escribo alude a las reflexiones, quiero exponer al juicio del que quiera una de las mías sobre estas dos profesiones en una, que me colonizaron: la Medicina y la Radiología.
Si no me equivoco en la interpretación, Marañón no creía en la vocación médica como algo propio de un joven de 17 o 18 años. En ese momento, él pensaba, y yo con él, que esa vocación está más bien basada en factores externos que no tienen mucho que ver con una llamada vital, que es lo que está en el origen de la palabra “vocación”. Frente a la vocación, y tal vez pareciéndose a ella, es el interés lo más probable a esa edad. Ese interés está en la inclinación hacia las cosas, de modo que más que una vocación, hay un interés juvenil que puede estar relacionado con aquellos factores externos. Pero no con la vocación estrictamente hablando. Por lo tanto, no parece que la vocación pueda ser algo parecido a lo que le ocurrió a San Pablo camino de Damasco, sino un proceso que, por ser mucho más prolongado, es también mucho más complejo. Para pensar y decir esto me baso en mí, pero en su momento me reconfortó encontrar unas frases de Xabier Zubiri en las que la vocación quedaba definida como un sistema de intereses que se crean a lo largo de la vida hasta llegar finalmente a ella. De esto se deduce, y así él lo hacía, que no es posible saber si se ha tenido vocación más que al término de una vida. Con esto más que demostrar mi no demostrada vocación, pretendo transmitir un mensaje de esperanza a quienes, como yo, eligieron en un momento de su juventud basados probablemente en sus intereses espurios, y más todavía a aquellos que, también como yo, los hicieron prevalecer sobre el interés más genuino en ellos, y que acabaron descartando.
Este asunto de la vocación fue en aquellos años un pensamiento incómodo y recurrente en mí, e imagino que lo habrá sido en otros. Pero, de algún modo, adormecido por influencia anestésica de la costumbre, se acaba llegando al final de un plan de estudios y uno acaba siendo médico. Como en otros, en el mundo de la Medicina este es otro momento clave: ahora se elige qué hacer. Pero no quiero hablar de elegir Radiología, sino, una vez elegida, de la profesión.
No me siento capaz ni autorizado para dar ninguna opinión particular sobre lo que somos como grupo profesional. Lo que sí puedo decir es que es necesario plantearse sistemáticamente, individual y colectivamente, una pregunta: ¿Por qué hacemos las cosas? La variedad de respuestas puede ser grande, pero cualquiera de ellas necesaria. En mi caso particular, fue el afán de conocimiento el que me movió durante años, pero reconozco que ese afán prevalecía sobre todo lo demás, y que es muy probable que sea algo común a muchos otros en nuestra especialidad. ¿Pero es esa la razón principal por la que hacemos o deberíamos hacer las cosas? No, es sólo un factor necesario, pero ahora me llama la atención cómo pasaban mis años universitarios, y luego los de formación posgrado, en los que se podía transitar sin referencias claras, cuando se trataba de formar profesionales con ideas sobre la profesión. Por eso, la pregunta es ahora ¿por qué hacemos las cosas en Radiología? Sé que es una pregunta otra vez con respuestas múltiples y complejas, pero animo a la reflexión sobre nuestras motivaciones, porque de lo que sean dependerá lo que los radiólogos seamos en el futuro no muy lejano. Viviendo como vivimos en nuestro ámbito especialmente tecnificado y sofisticado, corremos riesgos serios de ser parecidos a profesionales muy especializados que hayan dejado de parecerse a un médico. En la Medicina, esos profesionales pueden ser sustituibles con más facilidad que otros. Mi opinión es que uno de los modos de no serlo es creer en la necesidad de no dejar de ser médicos en el sentido primordial de la palabra. Se es médico de muchas formas a la vez, pero hay una que no puede dejar de estar en esa amalgama: estar físicamente presentes en el entorno de los pacientes. Como radiólogos, nuestro trabajo está en las salas de radiología, en las que protocolizamos y justificamos los procedimientos diagnósticos (no hablaré del intervencionismo); está en nuestro conocimiento de hoy y en el de mañana, que tanto nos inunda y del que no podemos evadirnos; está en las salas de informe, donde lo aprovechamos y utilizamos para analizar imágenes y emitimos informes; está en nuestra labor de consultores y en nuestra participación en los comités multidisciplinares; está en la formación de los profesionales de mañana y está en la investigación. Pero no es menos importante que asumamos nuestra condición de médicos clínicos, profesionales visibles que asumen ese papel como necesario para que permee todas nuestras actividades. No pretendo ahora alargar lo que no es más que una reflexión. Podrá hacerse en otros momentos para discutir las soluciones. Basta ahora con mencionar que de nuestro lado está el conocimiento y poder potencial para liderar el uso correcto de la Radiología y la sostenibilidad de nuestros servicios; el interés prioritario por la seguridad y bienestar de los pacientes; y la comunicación con ellos y sus familiares. Esto no es nada fácil, cuesta tiempo, y requiere un esfuerzo adicional en estos tiempos de demanda y recursos desequilibrados; lo demuestra que se repita tantas veces simplemente porque no lo logramos. Con una visión ya eminentemente retrospectiva de un camino largo lleno de dudas, quiero, por ahora, dejar unida esta idea a esos dos conceptos de vocación y profesión clínica, tan difusos, que solo podrán quedar claros al final en cada uno de nosotros y de las instituciones de las que formamos parte.